Fuente: Agencia Paco Urondo; por Claudio Díaz
“Adoro ser judío…”. No…, no lo dice uno, que es y se siente orgullosamente cristiano, iberoamericano, peronista y, en estos días de espanto y rabia, también palestino.
“Adoro ser judío” es lo que dice el escritor Marcos Aguinis. Y no está mal… ¿Por qué habría de estarlo si el judaísmo es su religión?
Pero hay un problema de fondo. Porque este novelista cordobés, que acumula en su foja de servicios a favor del pensamiento antinacional furibundos ataques contra el catolicismo y el peronismo, dice sentir adoración por el pueblo judío como forjador del Estado de Israel… El terrorista; sí, el terrorista Estado de Israel.
Un país artificial. Que se creó hace 60 años contra natura, experimento de probeta donde los científicos del poder financiero anglosajón y sionista decidieron la masacre de un pueblo más que milenario y el robo de sus tierras para establecer en ese lugar santo un régimen tan diabólico que nada tiene que envidiarle al que alguna vez tuvieron los nazis.
El doctor Aguinis, además de escritor, es médico psiquiatra y suele analizar los conflictos humanos desde la óptica de la ética. Por eso es que se le pregunta: ¿puede adorarse a quien se adora a sí mismo y -enfermo de un racismo “divino”, así entre comillas- ocupa y asesina pueblos apoyado en lo que el Dios Jehová le dijo en la Torá, eso de que Israel es el pueblo elegido?
Aguinis pronunció su cerrada defensa del Estado de Israel en la Universidad de Tel Aviv, y explicó algunos motivos que le dan orgullo de sentirse como un israelí más… “Todos los pueblos remontan sus comienzos a un fenómeno heroico. En cambio, a nosotros nos ofende la esclavitud, que sufrimos como pueblo hebreo en Egipto. Y eso nos marca para toda la vida”.
En ese discurso no hace más que seguir al pie de la letra el precepto sionista de contar la historia con mentiras a designio. Y ya sabemos que si la historia la escriben los que ganan eso quiere que hay otra historia… En el Génesis se relata la vida de Jacob. Los hijos de Jacob, es decir, el núcleo básico de la tribu de Israel, pasan a cuchillo a la tribu cananea, la dueña de Palestina, que los había acogido con generosidad. Registremos, por lo tanto, este primer antecedente histórico.
Ahora vayamos al segundo. En el Génesis también se relata que José, otro hijo de Jacob, se va a Egipto y se infiltra en la corte del faraón donde alcanza una notable influencia. Desde esa posición llama a toda la tribu y la establece en Egipto, quien al igual que los cananeos acoge a los hebreos con una gran generosidad y sin ningún tipo de prejuicio. Pero la tribu judía conspira y expande su poder. Los faraones, primero los hacen a un lado. Y luego los expulsan. Surge así el Éxodo, es decir: el mito de la expulsión, que era absolutamente justa y proporcionada a la deslealtad cometida por los hebreos en Egipto. Los judíos se van de las tierras faraónicas pero antes les dejan las siete plagas y se roban todos los objetos valiosos. Se insiste: esto no lo “denuncian” ni los árabes ni los nazis. Lo cuenta el Génesis de la Biblia…
Hay que decir que el Estado de Israel –en el efímero reino mítico de David y en la actualidad- es la consecuencia natural de las indicaciones impartidas por la autoridad suprema, Jehová. Éste es el único propietario de la Tierra de Israel y el fundamento de todo poder, la única fuente de legitimidad. También la guerra es consecuencia determinante del dominio de Jehová sobre el Estado hebreo: es el momento en que Jehová se transforma en el “Dios de los Ejércitos”. Toda guerra judía es una “guerra santa”, porque en última instancia lo que siempre está en juego es la conquista y/o preservación de la “Tierra prometida”.
El Estado de Israel carece de constitución. No parece necesitarla. Todos sus desarrollos jurídicos remiten al Antiguo Testamento. En cuestiones vitales como la posesión de la tierra, el Antiguo Testamento es, realmente, una escritura de propiedad. Opera como fuente de legitimidad que permite a un judío polaco, o ruso, que llega por primera vez a la “tierra santa”, adueñarse de tierras, propiedades y fortunas que durante miles de años con anterioridad a la llegada de las primeras tribus hebreas, pertenecían a los antiguos habitantes cananeo-palestinos.
Es evidente que no estamos en presencia de un colonialismo vulgar: porque el Antiguo Testamento, ese registro de propiedad exclusivo de los judíos es, al mismo tiempo, una “licencia para matar”.
Decía Aguinis en la Universidad de Tel Aviv: “Recordamos que fuimos esclavos en Egipto; recordamos las persecuciones religiosas; recordamos las persecuciones raciales; Pero no cultivamos ni el desquite ni la revancha, cuando tenemos credenciales de sobra para poder hacerlo”.
Y con un cinismo notable agregaba: “Jamás en Israel ni en ninguna comunidad judía se han celebrado las muertes de árabes o palestinos”. Para agregar…: “Israel es la única democracia de Medio Oriente y vive rodeada de países donde anida el terrorismo. Por eso el estado y el pueblo de Israel constituyen una de las epopeyas más notables de la historia”.
Es demasiado. Entonces uno se pregunta y pregunta: ¿Israel demócrata? ¿Los judíos pacíficos? ¿Pero por qué no cuenta Aguinis cómo se construyó ese estado terrorista? ¿Por qué no recuerda el accionar de las bandas terroristas del Irgún y la Haganá, donde se iniciaron Menahen Beguin, Shimon Peres e Isaac Rabin, entre otros, verdaderas patotas criminales que entre 1947 y 1953 asesinaron a través de atentados con explosivos y ametrallamiento de pueblos enteros en las aldeas palestinas a más de 25 mil pobladores, sin olvidar la voladura de uno de los principales hoteles de Jerusalem, donde acabaron con la vida del Conde de Bernardotte, el primer secretario general de la ONU…?
Aguinis puede estar orgulloso de ser judío, pero debería definir si su patria es la Argentina o Israel. Y recordar, en su memoria flaca, algunas contribuciones de ese estado racista y criminal a la causa de la democracia y de la paz, sobre todo en nuestro país. ¿Acaso no registra en su cabeza que el servicio secreto judío, el Mossad, y las fuerzas armadas israelíes adiestraron a los grupos paramilitares que masacraron a miles de argentinos para saquear al país? ¿Olvida también, el señor Aguinis, que Israel es el único país, junto a Estados Unidos, que en las reuniones de la ONU invariablemente vota a favor de Gran Bretaña cuando se discute el colonialismo en Malvinas?
Frente a la asquerosa invasión de ese Estado que defienden le decimos a Aguinis y a todos los judíos que sin haber nacido en Israel apoyan a ese país terrorista que podrán tener todo el oro del mundo, todas las armas de destrucción más poderosas y todos los medios de comunicación a su alcance, pero así y todo no conseguirán ganarse la simpatía de la humanidad. Casi todo el mundo sabe lo que son… Y por eso no los quiere nadie, aunque muchos no puedan decirlo.
Hermano pueblo palestino: desde esta última estación al infinito que es la Argentina queremos abrir nuestro corazón para que puedas descansar en paz por tanto sufrimiento. Queremos decirte, también, que cuando aparezcan las rabiosas palabras de los Aguinis preguntando ¿cuándo desaparecerá Palestina?, se oirá la voz de los pueblos buenos para decir: Hamas, Hamas, Hamas…
Nota de P de H: Como peronistas SIEMPRE, vamos a estar a favor de la liberación de los pueblos y la lucha contra el Imperialismo. VIVA PALESTINA LIBRE !
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