(Clarin, Suplemento Zona, DOMINGO 01 JUL 2007)
Henry Kissinger. EX SECRETARIO DE ESTADO DE LOS ESTADOS UNIDOS
El mayor objetivo estadounidense sobre la guerra en Irak debe ser un acuerdo internacional. Ello constituiría una prueba de si los vecinos de Irak, así como otros países más distantes, están dispuestos a traducir conceptos generales en políticas convergentes.
Si los Estados Unidos ejecutan una diplomacia inteligente y firme, hasta Irán puede llegar a concluir que los riesgos de la continuación de un conflicto son mayores que las tentaciones que pueda suponer.
Por más divididos que puedan estar los Estados Unidos, y por más indecisa que esté Europa, las realidades geopolíticas se van a imponer. Los países industrializados no pueden permitir que su acceso a la principal región de fuentes de energía quede bajo el control de un país con la política exterior revolucionaria y provocadora de Irán. Una vez que se haga evidente la consecuencia de la dominación iraní, ningún presidente estadounidense lo aceptará. Rusia tendrá sus propios motivos, sobre todo el temor a la radicalización de su propia minoría islámica, para empezar a resistir la hegemonía iraní e islamista radicalizada en el Golfo.
Sumado a la controversia internacional sobre su programa de armas nucleares, el desafío de Irán puede llegar a constituir un riesgo excesivo a los ojos de sus líderes. Es probable que esa sea la razón por la que Irán (y Siria) parecen acercarse a un diálogo con los Estados Unidos.
Cuando Irán llegue a esas conclusiones —si es que lo hace—, deberán cumplirse dos condiciones. En primer lugar, ninguna diplomacia seria puede basarse en la premisa de que los Estados Unidos tienen que suplicar. Washington y sus aliados deben dar muestras de decisión en lo relativo a defender sus intereses vitales. En segundo término, los Estados Unidos tendrán que presentar una posición que admita los legítimos intereses de seguridad de un Irán que acepte el orden existente en el Golfo en lugar de tratar de demolerlo.
Esa negociación debe iniciarse en el marco de un foro de auténtica multilateralidad. Una negociación bilateral dramática entre Irán y los Estados Unidos magnificaría todas las inseguridades de la región. Si El Líbano, Jordania, Arabia Saudita y Kuwait —que confiaron su seguridad sobre todo a los Estados Unidos— se convencen de que hay un acuerdo iraní-estadounidense, la competencia por los favores de Teherán daría por tierra con todas las buenas intenciones. Los Estados Unidos tienen que resistir el canto de sirena del acuerdo estadounidense-iraní, que resultaría un cáliz envenenado. En un marco multilateral, los Estados Unidos podrán mantener conversaciones individuales con los participantes más importantes, tal como pasó en el foro de seis partes sobre Corea del Norte, si bien la nerviosa reacción japonesa a las recientes conversaciones bilaterales entre los Estados Unidos y Pyongyang es un anticipo de la inquietud que se creará en Oriente Medio a menos que se realicen consultas minuciosas.
Ya existe un foro para tal emprendimiento: la conferencia de ministros de Relaciones Exteriores que tuvo lugar hace poco en Sharm el-Sheikh y que acordó volver a reunirse en Estambul en una fecha a determinarse.
Las ideas que esbocé aquí tratan de establecer un nuevo marco internacional para Irak. Se trata de una solución sobre la base de la situación política y militar concreta, no de plazos artificiales.
NOTA DE P DE H: Creemos que este pasaje del artículo de Kissinger desnuda descarnadamente las intenciones, pasadas y presentes de la alianza anglo-norteamericana sobre su intervención en Irak: "Los países industrializados no pueden permitir que su acceso a la principal región de fuentes de energía quede bajo el control de un país con la política exterior revolucionaria y provocadora de Irán. Una vez que se haga evidente la consecuencia de la dominación iraní, ningún presidente estadounidense lo aceptará".
Como varias veces hemos dicho: "A confesión de parte, relevo de prueba".
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