Por: Diego Mazzella
El día miércoles 20 de octubre de 2010, cerca de la estación “Avellaneda” del Ferrocarril Roca, un joven de 23 años fue asesinado en una riña entre trabajadores tercerizados que pedían pase a planta permanente –bajo el paraguas político del PO- y trabajadores de la Unión Ferroviaria.
Mariano Ferreyra fue asesinado por miembros de la llamada “patota sindical” de la histórica Unión Ferroviaria, en lo que algunos concuerdan que fue una emboscada con la complicidad de la policía, la cual habría dejado la zona liberada. Dicho suceso ha traído a la mente de la sociedad los recuerdos de lo sucedido en puente Avellaneda con los piqueteros Kosteki y Santillán. Pero lo que se quiere destacar en este artículo es algo más que la descripción policial de este suceso: la manipulación política en beneficio de intereses partidarios.
Mientras que para muchos ha muerto un joven militante, para otros ha nacido un mártir. Mártir significa (del griego 'martys', "testigo"): la persona muerta en la defensa de alguna causa, con lo que da "testimonio" de su fe en ella. Estos mártires son utilizados como ejemplos a seguir, modelos a imitar por los adeptos a la fe o la ideología que los llevó a dar la vida (o perderla). Pero las circunstancias han hecho de este mártir un caso particular.
Mariano era militante de Partido Obrero, un partido que esta integrado en su mayoría por adolescentes –en general del ámbito universitario- y una ínfima cantidad de obreros (sic). Las ideas que propugnan son de corte marxista, leninista o trotskista, lo que lo convierte en el más férreo partido de izquierda en la política nacional, no destacándose mucho en periodos de elecciones, pero si contando con considerable presencia en manifestaciones, conflictos sociales y demás fenómenos cada vez más comunes a medida que avanza el siglo XXI.
Ya que uno de sus imanes para ganar adeptos es el discurso romántico de la revolución permanente y de la lucha épica contra el capitalismo, tener ahora un mártir les posibilita exaltar este hecho policial como un hito histórico de sus luchas. Pero no sólo el Partido Obrero hace uso político de este crimen, también otros sectores de las progresías han utilizado este caso para denunciar las “falencias” del modelo sindical, criticas venidas fundamentalmente desde la CTA, la cual desea presentarse como alternativa a la CGT. De la misma forma, sectores del oficialismo hasta han salido a culpar a Duhalde como autor intelectual del hecho, enmarcándolo como una campaña de éste para desequilibrar al gobierno nacional.
Lamentablemente, lo que nos debería llamar a la reflexión, es utilizado por algunos partidos políticos –que transitan hoy una profunda decadencia ética, en parte debido a la falta de hondos debates en su interior- de manera banal y sin escrúpulos para acusaciones y entredichos de los más bajos niveles. Deberían pensar los partidos, además de sólo en sus intereses, en las cosas que pueden acontecer por mandar a jóvenes como carne de cañón al frente de situaciones de una peligrosidad tal, que ningún “referente revolucionario” se atreve a participar, aunque si éstos luego se aprestan para aparecer sollozando sobre un escenario en homenaje al adolescente caído. Quizás nuestra sociedad, más que mártires, necesite héroes.
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