martes, octubre 30, 2007

El kirchnerismo se quedó con las ocho gobernaciones en disputa

(Clarín, 30 de octubre del 2007).

Entre los elegidos hay desde ultraoficialistas hasta aliados del momento. En cuatro de los distritos la pelea por el primer lugar fue entre candidatos "K".

Si en algunos momentos el proceso de renovación de gobernadores -con jefe de Gobierno porteño incluido- había parecido transformarse en una fuente de preocupaciones para el oficialismo kirchnerista, las ocho provincias que lo completaron el domingo, junto con la elección presidencial, se encargaron en cambio de fortalecer el marco victorioso de la elección de Cristina Kirchner.

Desde el feudo "pingüino" de Santa Cruz hasta Jujuy, pasando por el determinante territorio bonaerense, todos y cada uno de esos ocho comicios provinciales fueron ganados por candidatos tributarios de los distintos tipos de armados políticos kirchneristas, en algunos casos más añejos, más "k puros", y en otros resultado de alquimias en las que antiguos menemistas entusiastas, o ex radicales, terminaron encolumnados en el proyecto del matrimonio presidencial.

La uniforme hegemonía kirchnerista en esta última etapa de elecciones de gobernador llegó incluso a mostrar, en los únicos distritos en los que hubo disputas reñidas, pujas entre dos candidatos que se disputaban también la representación del proyecto "k" en sus provincias.

Es lo que sucedió por ejemplo en Salta, donde el actual diputado Juan Manuel Urtubey vencía por menos de 1 punto porcentual al vicegobernador Walter Wayar. Tanto las boletas de uno como las del otro iban pegadas a la de Cristina Kirchner, y además los dos surgieron del riñón del gobernador saliente Juan Carlos Romero, compañero de fórmula de Carlos Menem en 2003.

Sólo hasta un determinado momento del escrutinio, porque después las diferencias se acentuaron, pasó algo similar en Misiones entre Maurice Closs -un radical aliado al gobernador saliente Carlos Rovira-, finalmente electo, y Pablo Tschirsch, kirchnerista de origen kirchnerista.

Sin la expectativa que rodeó esos casos, porque el escrutinio definió rápidamente la suerte de la elección, también hubo pelea entre kirchneristas en Mendoza. El justicialista Celso Jaque se impuso allí con comodidad sobre César Biffi, el delfín del gobernador saliente Juan Cobos, compañero de fórmula presidencial de Cristina Kirchner precisamente en su carácter de jefe de fila de los radicales "K".

En Jujuy, Walter Barrionuevo -sucesor designado por el gobernador saliente Eduardo Fellner- le ganó al ex menemista Carlos Snopek, candidato a favor de guiños de la Casa Rosada.

Esta disputa particular tenía como condimento el hecho de que Fellner fue uno de los primeros jefes territoriales que se hizo kirchnerista en 2003, e incluso suena ahora como un posible integrante del gabinete de Cristina.

También el de que Snopek, tal como lo había hecho durante la gestión de Eduardo Duhalde, fue un tan poco brillante como extremadamente disciplinado titular de la estratégica comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados de la Nación, y en ese carácter miembro informante de los más populares y los más controvertidos proyectos de leyes económicas del gobierno de Néstor Kirchner.

Si entre los gobernadores electos el domingo puede hablarse de alguno con un tinte kirchnerista más tibio, éste sería sin duda el justicialista pampeano Oscar Jorge, designado candidato por el gobernador saliente Carlos Verna a través de una interna con el ex jefe político del peronismo de la provincia, Rubén Marín. Las relaciones de Kirchner con el justicialismo pampeano nunca fueron exactamente estrechas, aunque Verna terminó con las rispideces con el santacruceño que caracterizaron las épocas de hegemonía de Marín.

El santacruceño Daniel Peralta y el formoseño Gildo Insfrán encarnaron amplios triunfos de gobernadores "k" puros en sus provincias. Y Daniel Scioli, en una provincia de Buenos Aires que volvió a ser determinante para un triunfo presidencial kirchnerista, mostró además una colecta de votos superior en más de 2 puntos porcentuales a la de la propia Cristina en el territorio.

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El mapa después de la elección
El triunfo de Cristina Kirchner es la expresión más visible de preferencias ciudadanas que deberán traducirse en configuraciones partidarias renovadas y una relación diferente entre el oficialismo y la oposición, en sus distintas variantes.

Cristina Fernández de Kirchner fue consagrada presidenta con un voto masivo, en un escenario en que las oposiciones quedaron muy distanciadas de la triunfadora. Su voto recoge un apoyo mayoritario al gobierno del Presidente saliente y es el signo de una expectativa de continuidad, pero es también la expectativa de una transición a una democracia más plena, sin las restricciones del período de excepción que termina. Las propias palabras de la presidenta electa han evocado ese horizonte.


Pero las elecciones han consagrado también una diversidad de representantes. Es notoria una fuerte diferenciación socio cultural en el voto. La candidata triunfante arrasó en el interior y en el voto popular del conurbano bonaerense, pero perdió en Ciudad de Buenos Aires y Córdoba. Las oposiciones, la Coalición Cívica y la coalición UNA, se hallan frente al desafío de mantener la unidad de sus alianzas y superar la fase personalista de sus orígenes. Es decir que la renovación de legitimidad de la elección de la presidenta se ve acompañada tan sólo del esbozo de una nueva escena política.


El oficialismo está también confrontado a las tensiones de su conformación heterogénea. En muchos distritos, listas asociadas con la fórmula presidencial triunfante competían entre sí. En algunos casos, los líderes del peronismo tradicional fueron desplazados y en otros la elección fue reñida. Estos resultados y los de algunos distritos del interior confirman que el interrogante sobre cómo evolucionará la vertiente peronista del oficialismo continúa abierto. Los otros socios más visibles de la Concertación, los emigrados del tronco radical, han tenido resultados variados, pero su derrota en Mendoza y en Mar del Plata debilitan a algunos de sus referentes.


De modo que el triunfo de Cristina Kirchner ha sido sólo equiparado por otra estrella emergente: Daniel Scioli. Aunque en términos generales se asienta en bases institucionales significativas pues probablemente tendrá mayoría en ambas Cámaras, su fuerza continúa siendo heterogénea, lo que hará recaer en el rumbo que ella imprima y en Néstor Kirchner, si se aboca a la labor de reconstrucción política, un mayor peso.


En este sentido la futura presidenta se halla ante dos desafíos. Para llevar adelante la continuidad debe, como lo anunció, cambiar. La definición del giro está en buena medida pendiente. Ella se halla ante el desafío de ser no sólo la líder de un proyecto y fortalecer esa dimensión de su rol dirigente sino el de compatibilizarlo con el de ser la presidenta de todos. Ello supone dar a la deliberación, a la expresión de líderes, expertos y ciudadanos un lugar central en la vida política. Ello incluye fomentar el rol del Congreso.


"Presidenta de todos" puede ser entendido como una mejor distribución de responsabilidades entre los poderes, paralela a la deliberación pública. Las decisiones de gobierno sin dilaciones innecesarias corresponden a la aspiración ciudadana de una democracia fuerte, pero ellas deben ser el resultado de una participación amplia en los asuntos públicos y no precederlas. Este modo de gobernar parece posible porque se ha abierto camino en el espíritu de los principales actores y porque este año 2007 ha visto desplegarse una pluralidad institucional, con jefes de gobierno de signo político no oficialista en importantes distritos, y porque ha exhibido una ciudadanía alerta que en su mayoría no tiene adscripciones políticas permanentes y juzga los actos a medida que se producen, lo que constituye un condicionamiento y una inspiración para un ejercicio del poder que esté en comunicación con la ciudadanía y sus representantes.

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CONFORMACION DE LA CAMARA DE DIPUTADOS:

La Coalición Cívica desplazó a la UCR y es la segunda fuerza en Diputados
Tendrá una banca más que la UCR. Es la primera vez desde 1946 que el radicalismo no es primera oposición de un gobierno peronista. El oficialismo, en tanto, supera holgadamente el número necesario para el quórum.

Si los cambios fueron terminando paulatinamente con el histórico bipartidismo PJ-UCR, desde el domingo se registra la mayor innovación en este proceso al perder la bancada radical su condición de principal fuerza opositora en la Cámara de Diputados. Ese era su rasgo desde 1946, o sea desde el primer gobierno de Juan D. Perón.


Ese lugar lo ocupará ahora la Coalición Cívica-ARI que tras la elección obtuvo una representación de 31 miembros, uno más que lo quedó del bloque radical.


Ayer lo adelantó el diputado Adrián Pérez, cabeza de lista en la boleta bonaerense, a quien secundó Eduardo Macaluse, actual presidente de la bancada arista. Pérez —probable conductor del bloque— estimó en 35 los futuros diputados del sector, cuatro más de los que surgen hasta de los cálculos que aquí se hacen.


Así, la creciente fuerza del oficialismo —se acercó a los 160 diputados entre kirchneristas y aliados— se contrapone con la irrupción en ese estratégico escenario de la Coalición en directa armonía con lo que declaró ayer Elisa Carrió ("soy la líder de la oposición").


Este es el cuadro cuadro —sujeto a cambios y ajustes en los días que median— que se prevé a partir del 10 de diciembre cuando comiencen a actuar junto con los 127 diputados que tienen mandato hasta el 2009 los 130 elegidos ahora que llegarán hasta a las presidenciales y legislativas de dentro de cuatro años. Esta es la Cámara que acompañará la gestión de la presidenta electa Cristina Kirchner. Y es también la Cámara en la que deberá abrir la oposición su propio camino.


Estas dos referencias que expande al kircherismo por un lado y lo contiene por otro pero con otros actores —la novedosa composición que armó Elisa Carrió— son las primeras señales de recomposición política.


No todo —tampoco los números— son de naturaleza pétrea. La Coalición cosechó 23 diputados, después de haber puesto en juego 6, con lo cual ganó la diferencia que sumada a los 14 con mandato hasta dentro de dos años, totaliza 31 legisladores.


No será un bloque sino un interbloque porque hay socialistas y tres radicales "margaritos", llegados en la lista de la provincia de Buenos Aires que encabezó Margarita Stolbizer y logró un destacado segundo puesto.


En la brega, los radicales orgánicos perdieron a su jefe de bloque, el rionegrino Fernando Chironi, quien no logró retener su banca. Muchos descartan que su sucesor provendrá del distrito de Córdoba, donde el partido de Alem, en alianza con el lavagnismo, derrotó a la fórmula que encabezaba Cristina Kirchner.


La pretensión o ilusión, según se prefiera, de devolver al viejo tronco las ramas "K", abren también inminentes conversaciones. Tarea difícil inspirada en la necesidad de mantener un bloque independiente de las fuerzas emergentes como la Coalición. Y más si se toma en cuenta la estrecha relación de Carrió con Mario Negri, el conductor del partido radical en Córdoba, a quien la chaqueña brindó su apoyo en las recientes elecciones a gobernador en las que triunfó el delasotista Juan Schiaretti.


Pero la Coalición tiene sus propios dilemas ya que la estrategia de conformación de la nueva fuerza que realizó Carrió después de que renunció al ARI y a su banca generó reacciones públicas y directas de dos diputados aristas como Carlos Raimundi y María América González. Se prevén conciliábulos con discusiones francas para poner las cosas en su lugar. Quizás dos de esos lugares sean junto con Claudio Lozano (Proyecto Sur), que el domingo conservó su banca.


En el oficialismo, por ahora no hay mayor esfuerzo que contar las bancas, lo cual pone al bloque que conduce el santafecino Agustín Rossi al frente de 136 diputados kirchneristas "puros", en tanto que habrá variantes propias para los 24 aliados, entre los cuales hay radicales como Silvia Vázquez y Daniel Katz.


También está el socialista kirchnerista Jorge Rivas, la debilidad del recordado diputado Alfredo Bravo, en tiempos en que peleaban contra el menemismo. Y que poco después abrían su bloque a una desamparada radical, virtualmente expulsada de su bancada en los tramos iniciales del gobierno de Fernando de la Rúa. Era Lilita Carrió, luego cofundadora del ARI con Bravo y, desde ahora, la máxima referente de la oposición. Todo tan rápido que la elección de junio que consagró a Mauricio Macri como jefe de la ciudad autónoma de Buenos Aires parece una referencia demasiado lejana.

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