(Clarín, 12 de noviembre del 2007).
El acto fue encabezado por el cardenal Bertone, segundo del Papa. Además de la liturgia católica, en el inicio y el final hubo ritos indígenas. El obispo de Viedma habló de una Patagonia "tan olvidada como codiciada".
En una multitudinaria, colorida y emotiva ceremonia, que combinó los rituales mapuches con la liturgia católica, el indiecito Ceferino Namuncurá -el católico más popular de la Argentina- fue declarado ayer aquí beato poco más de un siglo después de su muerte, ocurrida en Roma cuando tenía apenas 18 años. Es el peldaño anterior a la santidad.
A las 11,40, luego de que dos representantes de la comunidad mapuche, con sus atuendos típicos, pidieran en su lengua la beatificación de su conspicuo antecesor, el delegado del papa Benedicto XVI y su virtual segundo, cardenal Tarcisio Bertone, declaró solemnemente que Ceferino pasaba a ser beato. El anunció provocó una evocación entre las decenas de miles de fieles -la Policía estimó que eran 60 mil- que se congregaron en el llamado "Parque Ceferiniano", en las de este pueblo de 2.000 almas sacudido por el acontecimiento.
Tras el anuncio, fue descubierta una gigantografía con la imagen de Ceferino a un lado del imponente altar donde se realizó el oficio, lo que volvió a suscitar una ovación.
La celebración fue presidida por Bertone y concelebrada por el presidente del Episcopado, cardenal Jorge Bergoglio; el arzobispo de Tegucigalpa, cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga; el futuro cardenal argentino, Estanislao Karlic, y medio centenar de obispos. Abajo, en primera fila, se ubicaron el vicepresidente Daniel Scioli y su esposa, Karina Rabollini; la vicegobernadora de Buenos Aires, Graciela Gianettasio; el gobernador de Río Negro, Miguel Saiz; el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, y el embajador ante el Vaticano, Carlos Custer. Cerca de ellos estaban numerosos miembros de la comunidad mapuche y centenares de sacerdotes y religiosas, que terminaron parados en las sillas vivando a Ceferino y a la Iglesia.
"Marimari peñi, marimari huinca" (hola hermanos mapuches, hola hermanos blancos), había exclamado en mapudungún, su lengua originaria, un mapuche con los brazos extendidos, como queriendo abrazar a la multitud. Luego, le siguió un ritual mapuche con sus instrumentos característicos, unas palabras del obispo de Viedma, con jurisdicción en Chimpay, Esteban Laxague, quien destacó la figura de Ceferino como hijo de una Patagonia "tan olvidada como codiciada".
Finalmente, Bertone leyó el decreto papal de declaración del nuevo beato que, dijo, constituye "un modelo para muchísimos jóvenes y un orgullo para el audaz e indómito pueblo mapuche que pasó por situaciones dramáticas". Subrayó que el Evangelio "no destruye culturas, sino que las eleva".
Bertone volvió a arrancar una ovación cuando contó que el indiecito es el único joven que está esculpido en la basílica de San Pedro, al lado de Don Bosco, el fundador de la congregación salesiana a la que pertenecía. Y precisó que la fiesta del nuevo beato será los 26 de agosto, cuando se conmemora su nacimiento. Otro que se ganó un cerrado aplauso fue el cardenal Bergoglio cuando el superior mundial de los salesianos, el sacerdote mexicano Pascual Chávez, dijo que el cardenal bregó para que la beatificación se realizará en la Patagonia.
La celebración terminó dos horas y media después como había empezado: signada por la cultura mapuche. Los aborígenes le colocaron a Bertone un poncho típico, sellando entre lágrimas una fiesta inolvidable para la región.
Cánticos, santerías y el fervor de los peregrinos
A la ceremonia llegó gente de todas las provincias y, también, de países limítrofes.
Subidos al mangrullo desde donde se televisaba la ceremonia, cinco seminaristas de Mercedes arengaban a la multitud con sus brazos. Uno agitaba una bandera del Vaticano. Y otros cantaban a viva voz: "Ceferino, Ceferino / Ceferino de Chimpay / encontraste aquella roca / donde brotan vida y paz". Desde abajo, compañeros suyos los azuzaban mientras les sacaban fotos con sus celulares.
La beatificación de Namuncurá despertó la pasión de los miles de peregrinos que, desde todas partes del país, y también de naciones vecinas, se acercaron a este pequeño pueblo.
"Oh le lé, oh la lá / si ésta no es la Iglesia, / la Iglesia dónde está", arremetió un grupo de seminaristas, esta vez de Rosario, sobre el final de la ceremonia. Y el cantito fue prendiendo hasta que toda una multitud agitaba sus brazos y cantaba esos versos tan futboleros.
Tanta pasión por Ceferino arrancó bien temprano. Chimpay, un pueblo de unos 2.000 habitantes ubicado en la región del valle medio rionegrino, a unos 220 kilómetros de Neuquén y a 300 de Bahía Blanca, se vio desbordado desde el sábado. Pero ayer a las 9 de la mañana, por sus calles de tierra y viento pululaban gente, puestos de comida, casillas que ofrecían agua caliente para el mate, una feria callejera y típicas santerías.
Sobre la estación de Chimpay se estacionaban, uno al lado del otro, micros con destinos de origen tan disímiles como Tucumán y Río Turbio, La Rioja y Entre Ríos. Y sobre las vías descansaban dos formaciones ferroviarias. Uno, el viejo "Zapalero", que trajo a los fieles desde los alrededores de Zapala y Neuquén. Y el otro, llegado desde Bahía Blanca con unos 300 peregrinos. Para los vecinos de Chimpay, la vuelta del tren tras 16 años de ausencia, es otro de los milagros en la cuenta de Ceferino.
En la previa a la ceremonia, una veintena de sacerdotes, repartidos por los distintos ángulos del extenso campo, confesaban a los fieles, que llegaban emponchados y aprovisionados de viandas y sillas desplegables. Las primeras banderas se desplegaban por los diferentes sectores. Estandartes de escuelas, grupos misioneros, parroquias y otras organizaciones religiosas de toda la Argentina, pero también de Chile, Uruguay y Bolivia, le ponían calor y color a una mañana fría, ventosa y, hasta ahí, algo nublada.
La desmovilización de la multitud fue lenta y ordenada, pero no significó el final de la fiesta, que siguió con el choripán y el asado, el vaso de vino y la ronda de mate hasta bien entrada la tarde. Después sí llegó el momento de volver a casa.
Críticas de los mapuches que mantienen sus creencias originarias
"Nos indigna que se lo siga utilizando para evangelizar y dominar", aseguraron.
La beatificación de Ceferino Namuncurá no sólo causó felicidad, orgullo y agradecimiento en los fieles que llegaron a territorio mapuche para festejar el acontecimiento. También reavivó el dolor de las heridas abiertas de una parte importante de la comunidad originaria, que se siente invadida y colonizada. Ese sector rechazó ayer la beatificación de Namuncurá y la consideró un regalo que llegó sin ser pedido. "Es una verdadera ofensa a nuestra historia y a nuestra memoria. La beatificación de Ceferino es una manipulación que nos genera mucho dolor", le dijo a Clarín Jorge Nahuel, werken (portavoz) de la Coordinación de Organizaciones Mapuche (COM) y director nacional de Pueblos Originarios.
Muchos mapuches consideran que la identidad de Namuncurá no responde a la tradición católica y lo ven a él como una víctima. "Fue engañado, parte del botín de guerra de la conquista.
A él le tocaba responder a los kurá (originarios de las piedras) pero eso se cortó y hasta le pusieron un nombre ajeno, como Ceferino. Perdió la armonía porque lo sacaron de su tierra", razonó Peti Piciñam, integrante del Centro de Educación Mapuche, quien sostiene que el beato murió en Roma no sólo por la tuberculosis (una enfermedad europea) sino por la pena de estar lejos de su lugar. "El pertenece a este espacio territorial y nos indigna que se siga utilizando para dominar y evangelizar a nuestro pueblo", continuó Piciñam.
No toda la comunidad mapuche siente de la misma forma. De hecho, es un pueblo donde quienes mantienen la cosmovisión auténtica conviven con evangelistas y mormones y, desde luego, con los practicantes del culto católico. Para esos, el de ayer fue un día sublime. "Le venimos a agradecer a Tata Dios que ahora tenga como werken al peñi (hermano) Ceferinito y así pueda ayudarnos a todos nosotros", dijo Celedonio Liñán, el lonko (jefe político) de la localidad neuquina de Loncopué. "Algunos hermanos tienen una visión distinta porque a los mapuches nos tenían escondidos. Por eso ahora el 'santo' nos puede ayudar a resolver algunos de nuestros problemas", se ilusionó Liñán.
Para Piciñam fue justamente ése el motivo de la conversión de Ceferino. "Nos causa mucho dolor que él creyera que podía salvar a nuestra tierra y se entregara pensando que así se acabaría tanto dolor, tanta muerte", lamentó. Sin embargo, desde este sector respetan a sus hermanos católi cos. Durante la semana pasada trascendió que jóvenes de la comunidad planeaban una protesta al mismo tiempo de la ceremonia de beatificación. "Así son los jóvenes, con tanta adrenalina. Pero no se iba a hacer, nosotros respetamos, aunque lograron dividirnos", remarcó Peti.
"Nuestro rakizuam o pensamiento circular nos impide levantar a una persona como más santo ni más héroe que otros. Todos formamos parte equilibrada del mismo círculo natural, no hay jerarquías. Luchamos contra las invasiones y no aceptamos este perverso título para un hermano nuestro que murió a manos de la misma colonización", concluyó Jorge Nahuel.
NOTA DE P. de H: Nos persignamos y agradecemos a Dios por la gracia de conceder la beatificación de Ceferino Namuncurá. Ejemplo de mestizaje y de crisol de razas que dieron como fruto al criollaje del que somos parte. Ejemplo de fe y de amor. Ejemplo de capilaridad entre culturas, donde la evangelización elevó y amalgamó a nuestro pueblo. Ejemplo de integración y muestra palmaria de falaces discursos que vociferan supuestos "genocidios". Ejemplo de un aborígen (hijo de esta tirra), descendiente directo (nieto) del Cacique Calfulcurá, aliado de Juan Manuel de Rosas para integrar y pacificar, política coherente y humana, en perfecta consonanacia con la de Fernando e Isabel, y tan diferente al exterminio de los anglosajones en el norte, o de Roca en nuestro país. VIVA LA CEFERINO ! VIVA LA AMERICA MESTIZA ! VIVA LA CRISTIANDAD !
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