miércoles, diciembre 06, 2006

Con Corea del Norte, diplomacia más presión

(Clarin, domingo 3 de diciembre).

Análisis de H. Kissinger.
En las negociaciones que se están manteniendo con el país que amenaza con su poderío nuclear, no puede obviarse la posibilidad de sanciones. Se impone evitar que el mundo esté al borde de la catástrofe.Dos negociaciones que llevan a cabo a miles de kilómetros de distancia grupos que en buena medida se superponen pueden determinar el futuro del orden mundial.

En Beijing, los Estados Unidos, China, Rusia, Japón y las dos Coreas dialogan sobre el programa nuclear de Corea del Norte.

En Viena, el llamado E-3 (Alemania, Francia y Gran Bretaña) mantiene ocasionales reuniones con un negociador iraní respecto del programa nuclear de Irán. La diplomacia coreana puede estar en camino de una solución. Las conversaciones iraníes se encuentran estancadas.

Los dos programas nucleares no son idénticos. Corea del Norte confirma su intención de contar con un programa de armas nucleares y ya efectuó una prueba.

Irán insiste en que su programa nuclear tiene fines pacíficos y no proclama estar en condiciones de producir armas nucleares.

Sin embargo, el tema fundamental de ambas negociaciones es el mismo. Si los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad junto con Alemania y Japón no pueden inducir a Corea del Norte e Irán a aceptar sus recomendaciones, la proliferación no tendrá límites y el mundo vivirá de forma precaria al borde de la catástrofe.

Las negociaciones reavivaron el largo debate sobre si la diplomacia opera según sus propias reglas internas o si lo que la impulsa debe derivar de un equilibrio de presiones e incentivos. Mohamed ElBaradei, el director de la AIEA (la Agencia Internacional de Energía Atómica), manifestó sus dudas en relación con la utilidad de las sanciones contra Corea del Norte y destacó que se inclinaba por la diplomacia.

De igual manera, el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, se negó a respaldar la propuesta europea de sancionar a Irán —a pesar de que antes había estado de acuerdo en principio— con el argumento de que la presión afectaría las posibilidades diplomáticas.

Sin embargo, la presión —el intento de inducir una decisión que la otra parte no había elegido en un primer momento— es un componente necesario de casi cualquier negociación. La diplomacia no es un seminario académico, sino que su objetivo es adaptar los intereses nacionales reales de manera tal que se contribuya a los intereses de las partes y al orden internacional. Si las sanciones no pueden disuadir a Corea del Norte —sin duda el régimen más insensible del mundo— y a Irán, ¿qué puede hacerlo? ¿De qué otra forma los miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Japón y Alemania pueden imponerse, excepto dejando muy claro cuáles pueden ser las consecuencias de la intransigencia, si tanto Corea del Norte como Irán optan por el obstruccionismo? La máxima de Teddy Roosevelt —hablar con suavidad pero tener un gran garrote— expresaba esta realidad.

El debate se vio distorsionado por la polémica sobre el cambio de régimen. Los Estados Unidos ingresaron a ambas negociaciones con una actitud de reserva: participaban apoyando la posición de otras partes que actuaban como sus representantes, pero no mantenían conversaciones oficiales con países del "eje del mal", a los que trataban de aislar en el plano diplomático.

Dado que el objetivo de una negociación es un acuerdo entre las partes, la diplomacia no puede funcionar si una parte trata de socavar a la otra. Es por eso que, en esencia, el gobierno de Bush cambió de prioridades. Actuó de una manera práctica que, en efecto, separa la proliferación nuclear de los objetivos a largo plazo de cambio de régimen.

El tema ya no es si los Estados Unidos están dispuestos a negociar con Corea del Norte e Irán, sino en qué contexto y con qué propósitos.

La tarea clave es pasar de las sanciones a una conclusión de las negociaciones, y hacerlo a un ritmo determinado.

El desafío es triple: primero, mantener las sanciones que contribuyeron a un avance y no repetir el error de las guerras de Corea y Vietnam de suspender la presión como vía para ingresar a las negociaciones; segundo, evitar que los agravios de Corea del Norte se conviertan en el tema principal de la primera ronda de negociaciones; tercero, concentrarse en lo esencial sin distraerse en temas laterales, ya sea en el plano interno o en las negociaciones.

La prioridad debería ser completar los detalles para poder establecer el plazo y las características de las medidas contempladas en la declaración de principios de septiembre de 2005 para ambas partes.

En la práctica, eso significa elaborar un programa para que Corea del Norte abandone su programa nuclear, así como un programa de asistencia económica para Corea del Norte acompañado de las necesarias garantías. Si Corea del Norte dilata las cosas, los otros países deben hacerlas avanzar mediante la elaboración de una propuesta. Luego podría presentarse la misma a Pyongyang a través de un vocero del grupo o en una sesión plenaria.

Cualquiera sea la vía que se elija, es necesario dar una conclusión al problema nuclear norcoreano. La negociación debe considerarse en el contexto de que desnuclearizar Corea del Norte sería un paso histórico que podría inaugurar una nueva era de cooperación en el Pacífico.


NOTA DE P DE H: Que el ex secretario de estado de EEUU, miembro del CFR, y fundador de la Trilateral Commission, señale la conveniencia de terminar con "el problema nuclear norcoreano", es a nuestro juicio, la garantía de que tarde o temprano Corea del Norte será víctima de una agresión militar o de desestabilizaciones políticas que terminen con el actual régimen y sea reemplazado por uno afín a EEUU. Nada de todo lo aquí analizado es promisorio para un futuro en paz.

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