martes, febrero 13, 2007

EE.UU. alista un escenario para atacar territorio iraní

(Clarin, martes 13 de febrero del 2007).

Este año no es el 2003 y, por cierto, sería políticamente mucho más difícil para George W. Bush iniciar una guerra con Irán. El problema no es ya sortear la censura de la comunidad internacional —siempre hay margen para tratar a la ONU como sello de goma—, sino para convencer al propio Congreso para que apruebe una nueva resolución bélica.

¿Podría hacerlo pese a todo?

Bush es hoy el tercer Presidente más impopular desde el siglo pasado en su país —Harry Truman y Richard Nixon lo preceden en el dudoso honor de esa lista— con apenas un 30% de aprobación. La sociedad estadounidense está mayoritariamente convencida de que la guerra en Irak es ruinosa y se siente atrapada en una tragedia sin final a la vista. Y —por cierto— ambas cámaras del Congreso están en manos de la oposición demócrata.

Pero la respuesta al interrogante, aun así, es: sí. Bush podría hallar la forma de mostrar que tiene en sus manos los resortes apropiados y ponerlos en marcha; claro, como en Irak no puede garantizar que al hacerlo el desastre no será mayor. Pero hasta que la primera bomba se desplome sobre territorio iraní la cuenta de recursos, asombrosamente, aún le cierra.

Hacer un recuento de esos ele mentos arroja más de una sorpresa. Por ejemplo, todo sugiere que el castigado plan nuclear iraní —que Teherán asegura que sólo tiene fines pacíficos— no sería el pretexto para detonar la confrontación. Las "armas de destrucción masiva" se han vuelto un bien mostrenco político tras el desaguisado de Irak y no parece haber forma de arrancarle al Congreso una nueva declaración de guerra con esa excusa.

Quizá más apto le resulte a Bush apelar a los poderes ya conseguidos del legislativo para Irak. Si el presidente de EE.UU. puede probar que Irán está actuando clandestinamente en Irak podría, al menos en teoría, agredir a los iraníes sobre la base de autorizaciones ya obtenidas del legislativo.

Este parece haber sido el sentido de la presentación de "evidencia física", el domingo en Bagdad, donde se mostraron granadas de fragmentación que Teherán estaría entregando a fuerzas chiítas para usarlas "contra las tropas estadounidenses". Es particularmente llamativo, sin embargo, que ninguno de los portavoces oficiales aceptara avalar con su identidad la denuncia —se prohibieron en la reunión cámaras, grabadores y hasta celulares—, así como no ofrecieron la prueba más ligera de su denuncia más grave: que el gobierno de Mahmoud Ahmadineyad aprueba esa transferencia de material mortal.

En esto —más allá de la verdad de la acusación— hay un doble estándar evidente. No hay la misma alarma con el dinero y armas que Arabia Saudita parece estar entregando a la facción de la resistencia sunnita —principal fuente de los ataques contra las tropas de ocupación— y, en un escenario cercano, todo fue silencio para con la acción del gobierno israelí de proveer de armamento al grupo palestino Fatah para que librara combates fratricidas con Hamas, que dejaron cerca de 70 muertos en Gaza y Cisjordania en las últimas semanas.

Y, por cierto, cabe recordar que ya hay dos grupos navales de tareas estadounidenses —encabezado cada uno por un portaaviones— en las cercanías de Irán. El escenario parece estar en plena construcción.


NOTA DE P. DE H: Todo hace preveer que mas temprano que tarde, los cañones del Imperio tronarán contra el soberano pueblo de Irán. ¿Qué papel jugará Argentina con el tema AMIA, en un eventual conflicto?

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