lunes, febrero 26, 2007

El desenlace político en Irak es asunto de todos

(Clarin, Suplemento Zona, domingo 25 de febrero del 2007).

Henry Kissinger.
EX SECRETARIO DE ESTADO DE LOS ESTADOS UNIDOS.

Llegó la hora de empezar a prepararse para una conferencia internacional que defina el desenlace político de la guerra de Irak.Pase lo que pase, tiene que haber una etapa diplomática. Irak tendrá que reincorporarse a la comunidad internacional de alguna manera. Sus tensiones internas seguirán generando la tentación de una intervención externa, y no se las puede resistir de forma eficaz si no se acuerdan ciertos principios. Es necesario poner freno a los intereses en conflicto de distintos países mediante una combinación de equilibrio de fuerzas y legitimidad consensuada que dé lugar a una ratificación internacional.La convocatoria a una conferencia internacional sería un paso importante en lo relativo a abordar una sorprendente anomalía de la política internacional contemporánea. Se condena a los Estados Unidos por la forma en que condujo la guerra de Irak, al tiempo que ningún país estuvo dispuesto a participar en una exploración seria de las implicaciones políticas de los desenlaces previsibles. Sin embargo, nadie quedará al margen. Si los Estados Unidos no logran sus objetivos inmediatos —si surgen bases o regímenes terroristas en Irak, con el respaldo de sus grandes recursos petroleros— ningún país que tenga una población musulmana significativa podrá escapar a las consecuencias. No lo hará India, que tiene la segunda población musulmana más numerosa del mundo; ni Indonesia, que tiene la más numerosa; ni Turquía, que ya debe enfrentar incursiones del sector kurdo de Irak; ni Malasia, Paquistán ni ninguno de los países de Europa occidental; ni Rusia, cuya región sur es musulmana; ni tampoco China.Si la guerra de Irak culmina con un Irán nuclear (como consecuencia indirecta) y un fundamentalismo islámico que pueda proclamar que expulsó a Rusia de Afganistán y a los Estados Unidos de Irak, es inevitable un período de extremada turbulencia, rayano en el caos, y no se limitará a Oriente Medio. Si la provisión global de petróleo se ve amenazada, ello tendría un impacto catastrófico en la economía mundial, sobre todo en las economías industrializadas. No se le exigió a ninguna de las posibles víctimas de esas tendencias que hicieran ningún aporte, ni siquiera de ideas, y mucho menos que participaran en la búsqueda de una solución política.En lugar de ello, lo que se debate con más frecuencia es si en realidad debería invocarse la diplomacia. Fiel a un tipo de actitud estadounidense en relación con la diplomacia, el gobierno de Bush dio a entender que todavía no está dispuesto a negociar en relación con Irak, y menos aún con Irán y Siria, a los que se acusa de fomentar el conflicto e instigar a la violencia.Los que critican al gobierno insisten en que se recurra de inmediato a la diplomacia sin definir siempre qué es lo que entienden por ello. Muchos reflejan la marcada nostalgia estadounidense por una estrategia militar inmaculada que culmine en una completa victoria, seguida de una diplomacia inmaculada que opere según sus propias reglas internas. El rechazo de la máxima de Clausewitz de la relación entre fuerza y diplomacia supone que el proceso de la diplomacia es independiente, que está regido por una lógica autónoma. Según esa posición, la diplomacia avanza mediante demostraciones de buena voluntad y debe alentársela con una constante disposición a salir de toda parálisis a través de nuevas propuestas. Las operaciones militares deberían reducirse o detenerse como condición para ingresar a la etapa diplomática. Toda intensificación, por más temporaria que pueda ser, queda proscrita. Esa actitud hizo que, al comienzo de las negociaciones para finalizar las guerras de Corea y de Vietnam, los Estados Unidos aceptaran un cese del fuego en Corea y el fin de los bombardeos en Vietnam. La consecuencia fue una prolongación de la parálisis.Desde 2002, cuando empezó la controversia sobre si utilizar la fuerza contra Irak, apoyé la decisión de derrocar a Saddam, pero también sostuve que no podría imponerse ningún resultado en el mundo árabe sólo mediante la fuerza militar. La diplomacia siempre debía ser parte integral de la estrategia en Irak.El debate actual sobre la finalización de la guerra en Irak adscribió una condición mítica a la conveniencia de las negociaciones bilaterales con Siria e Irán como clave para alcanzar un acuerdo en Irak. La disposición a negociar no será suficiente, sin embargo, a menos que se puedan armonizar de forma tolerable los principios y objetivos de ambas partes. Se tratará de una tarea formidable.La diplomacia debe comprender cuál es el mínimo por debajo del cual un acuerdo pone en peligro la seguridad nacional, así como el máximo por encima del cual resulta contraproducente esperar que la otra parte ceda. Exceder esos límites supone el riesgo de un estancamiento o de poner en peligro la seguridad de los Estados Unidos.Siria e Irán son países débiles que tienen una fuerza temporaria. Los Estados Unidos siguen siendo una superpotencia. Es necesario que todas las partes tengan autoridades inteligentes a los efectos de establecer un orden internacional que proporcione seguridad a todos los participantes y respeto a todas las religiones.


(NOTA DE P. DE H): El análisis de Kissinger pretende fracturar toda posible unidad del mundo islámico en rechazo de la intervención de EEUU en Irak, bajo la tentación de participar en las "decisiones político-diplomáticas" que se deberían tomar al respecto. Mas allá de esta fachada, pues las decisiones las toman y las seguirán tomando las oligarquías sionistas y anglo-americanas, también se efectúa un guiño a Rusia para tratar de que su política exterior se ajuste a los intereses americanos y deje, por ejemplo, de apoyar el proyecto nuclear iraní. Al margen de estas consideraciones, resulta obvio, la circunstancial mención del problema del petróleo, verdadero móvil de esta intervención.

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