(Prensa Nacional Alternativa)
No cesa la falsificación de la historia
Por Horacio Poggi
La detención de Isabel Perón es una decisión política que va más allá de la revisión del pasado. Puede inscribirse en un contexto fundacional de un nuevo partido político (o movimiento). Hace tiempo, desde que Bonasso escribió el libro sobre Cámpora, que se le endilga a Perón la creación de la Triple A. Ahora lo acaba de hacer Tata Yofre y hace un par de años lo hizo Carlos Manuel Acuña. Como verá, de izquierda a derecha, se empecinan en acusar al peronismo de ser cómplice y/o autor de crímenes de lesa humanidad. Esto sería el final del peronismo. Lo que no pudieron los milicos ni Menem lo lograrían con un par de jueces y testimonios de una época trágica. Siempre los milicos quisieron apaciguar sus culpas criminales amparándose en los decretos antisubversivos dictados durante un gobierno constitucional. Y siempre insistieron con que los "desaparecidos" empezaron antes del 76. Cierra el círculo del terror. Tanto el aporte de los golpistas como de los afectados por la ortodoxia peronista quedarían conformes con una condena histórica a Isabel y a Perón. Utilizando a López Rega, claro. Usted sabrá que aniquilar no es ordenar la desaparición de personas. Quienes lo hicieron que lo paguen. Pero la línea divisoria entre justicia y revanchismo político es muy delgada. ¿Hubo subversión entre 1973 y 1976? El ERP, los Montoneros, que mataban y desestabilizaban al Estado, ¿qué eran? Ello no justifica la represión ilegal. Sin embargo, parece que sólo el Estado respondía las agresiones. ¿Y la sociedad? ¿Y el periodismo? ¿Qué decían y hacían entonces? Lo que sigue lo escribí hace tres años, el 13 de enero de 2004.
ACERCA DE JOSE LOPEZ REGA Y LAS CULPAS DEL PERONISMO
1.- El periodista Marcelo Larraquy incurre en una serie de desaciertos (¿a designio?) en el artículo El preámbulo del terror, que publica el suplemento Enfoques del diario La Nación del domingo 11 de diciembre de 2003. Autor del reciente libro López Rega, la biografía, en la nota aborda aspectos que desarrolla en la obra y acicatea la conciencia del presidente Néstor Kirchner, para que éste investigue –tal como parece haberlo prometido- “los crímenes de la Triple A, perpetrados entre 1973 y 1976 durante los gobiernos constitucionales de Juan Domingo Perón y su esposa Isabel. En esa época, la Triple A mató a alrededor de dos mil personas”.
Una lectura detenida del artículo deja más dudas que precisiones y la pomposidad de Larraquy es superior a la objetividad y a las pruebas irrefutables que presenta para dilucidar aquel momento de la tragedia nacional. Las pocas pruebas son opiniones que adquieren un valor relativo a partir de la forma y el contenido que les da el autor para fundamentar su tesis no explicitada: la tercera presidencia del peronismo fue un engranaje del terrorismo de Estado que luego la dictadura del 76 perfeccionó.
Planteado el tema con parcialidad manifiesta, el lector incauto asociará peronismo con dictadura, peronismo con represión, peronismo con desgracia argentina. Además, Larraquy se preocupa por llamar “Partido Justicialista” al Movimiento de los 70 como si esa fuese la denominación usual. Sin dudas, está mirando la historia con los ojos actuales. Error inconcebible que pone al descubierto su intencionalidad que sería colocar al PJ en el banquillo de los condenados sin juicio previo.
La ristra de falsedades propagadas en pocas líneas por Larraquy demandaría una refutación más extensa. Pero vamos a demoler algunas de las más perjudiciales, a la memoria de miles de peronistas que ofrendaron sus vidas por una Patria Justa, Libre y Soberana, sea con militancia efectiva en cualesquiera de los sectores del vasto y amplio Movimiento Nacional Justicialista.
2.- Es falso de falsedad absoluta que “la Triple A fue creada en el contexto de una ´guerra´ entre la ortodoxia peronista y la izquierda peronista, a quienes los primeros llamaban ´los infiltrados del Movimiento´”.
Porque así planteada la afirmación, la Triple A sería una creación del sector ortodoxo, es decir, del general Perón. Ergo, Perón e Isabel son tan criminales como López Rega y los integrantes de esa patrulla asesina, desligando cualquier responsabilidad del entonces determinante partido militar liberal. Tampoco es cierto que se trató de una exclusiva guerra interna del peronismo. Reducir el enfrentamiento armado de los 60 y 70 a un conflicto bélico entre derecha e izquierda peronistas es tan pueril como mentiroso. Hubo enfrentamiento fratricida, es indudable. Sin embargo, con Perón en el Gobierno ese enfrentamiento adquirió otras dimensiones. Nadie paró la mano, las diferencias se radicalizaron y Perón tomó el toro por las astas. De una parte, quedó el grueso del Movimiento alineado detrás de la conducción y de la jefatura gubernamental del General, y de la otra, las vanguardias armadas.
3.- En la Argentina la lucha armada traspasó los límites del peronismo. De ningún modo fue una reyerta por espacios de poder de una interna caprichosa. Fue una guerra por el poder real. Sí, Guerra, como anunciaban los partes de los grupos en pugna con las fuerzas regulares.
4.- Hubo una guerrilla surgida de las filas peronistas y otra antiperonista como el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), que una vez instalado Perón en el gobierno decidieron continuar en operaciones. Los primeros porque consideraban que la ortodoxia conspiraba contra la “patria socialista” y los segundos porque estimaban que Perón era “el jefe de la contrarrevolución” (Santucho dixit).
5.- Un gobierno asediado por la guerrilla de tinte peronista y marxista –funcional al golpismo que en Chile hacía estragos- apeló a los resortes constitucionales para garantizar la estabilidad democrática. Este era el contexto local y regional en el que surge la Triple A que le sirvió en bandeja los pretextos desestabilizadores al partido militar liberal. Por las evidencias y por los beneficios que le tributó al golpismo, la Triple A nada tuvo de peronista, más bien se trató de un dispositivo ilegal que accionó congraciándose con capillas oficiales y se amparó en los pliegues del poder lopezrreguista.
El Brujo tenía autonomía y construía su propio espacio al margen de Perón que ideológicamente se ubicaba en el antimarxismo y procuraba con métodos constitucionales la erradicación de la violencia política. En ocasiones López Rega daba muestras de ser el rostro visible de un poder exógeno y se mostraba más papista que el Papa. Esta puede ser quizás una de sus tropelías predilectas al colaborar con la Triple A. Decimos “colaborar” porque era un instrumento de los otros infiltrados: los golpistas ocultos detrás del ropaje antisubversivo, que aprovechaban la guerra contra los montoneros y erpianos para generar el caos que se aguardaba con impaciencia en los cuarteles.
6.- Perón utilizó su prestigio profético para aislar a los violentos. Quiso persuadirlos, pero fracasó Los de signo peronista, que habían servido a su conducción estratégica en tiempos de organizar el retorno del exilio forzado, optaron por reemplazarlo y terminaron expulsados del Movimiento. El Viejo General los calificó de “imberbes” e “infiltrados”. El proyecto de “los muchachos” era incompatible con el del fundador del peronismo y se daba de patadas con la paz social. Se negaron a ser formaciones especiales de acuerdo a la concepción de Perón y se convirtieron en opositores acérrimos del gobierno popular, con ribetes patéticos durante la gestión de Isabel.
7.- Al intentar la salvaguardia de la conducción estratégica del Movimiento –luego del artero asesinato de José Ignacio Rucci que ningún grupo reivindicó en el momento-, Perón avala un plan de disputa frontal contra los “infiltrados” que asoman como enemigos del gobierno constitucional. Pero lo hace no para colocar al peronismo en la ultraderecha ni para apañar a ésta, sino para que el Movimiento siga siendo tercerista, nacional, popular y cristiano. Y para que la normalización institucional y la revolución en paz puedan llevarse a cabo tras ganar los comicios por el 63% de los votos. El plan contra los infiltrados son directivas de ningún modo secretas que ahora Larraquy presenta como el descubrimiento de la pólvora. Dichas directivas conforman un conjunto de medidas de fortalecimiento de la conducción estratégica, en un marco de violencia impredecible y de unánime apoyo a su segunda reelección presidencial.
8.- Apenas se produjo el criminal asalto al Regimiento de Azul (que provocó las muertes del coronel Arturo Gay y su esposa, entre otros), ocurrido el 19 de enero de 1974, Perón le habla al país por radio y televisión y denuncia que los atacantes erpianos no son un grupo de delincuentes, sino “una organización que, actuando con objetivos y dirección foráneos, ataca al Estado y sus instituciones como medio de quebrantar la unidad del pueblo argentino y provocar un caos que impida la Reconstrucción y la Liberación en que estamos empeñados”.
De inmediato el Poder Ejecutivo Nacional envió al Congreso una modificación del Código Penal para enfrentar con la ley a los terroristas. Los diputados de la “tendencia” se opusieron a las reformas y se entrevistaron con Perón, quien se enfureció ante el rechazo de sus instrucciones: “Nosotros no somos dictadores de golpes de Estado. No nos han pegado con saliva. Nosotros vamos a proceder de acuerdo con la necesidad, cualesquiera sean los medios”. Una lectura sesgada de esta declaración puede interpretar que por “medios” podría leerse “Triple A”. Sin embargo, la explosión verbal de Perón respondía a apaciguar las aguas encrespadas en las Fuerzas Armadas que veían madurar la precipitación de los acontecimientos.
El 7 y el 14 de febrero de 1974 Perón convoca a los jóvenes adversarios de la tendencia revolucionaria y les dice que “en el Movimiento se está produciendo una infiltración que no es precisamente justicialista”. Utiliza su arsenal teórico para acorralar a los que en nombre del peronismo recurren a la violencia. Sería en vano. Su muerte apresura los enfrentamientos declarados. Montoneros pasa a la clandestinidad y la respuesta oficial se hace sentir a través de decretos antisubversivos. Pero la escalada criminal de izquierda a derecha escapa a cualquier control. Todo ello acompañado de una campaña de acción psicológica sin precedentes, que provoca la apatía y el hartazgo de la sociedad receptora del golpe liberal con cierta naturalidad.
9.- También es falso de falsedad absoluta responsabilizar sólo a López Rega de todos los males del tercer gobierno peronista. Hubo un entramado de relaciones –y en esto acierta Larraquy- que posibilitaron la instauración del crimen político. Pero la Triple A fue mucho más que López Rega. Su misterio quedó dilucidado con el golpe del 24 de marzo de 1976: desapareció mientras desaparecían miles de personas inocentes.
10.- ¿Sabían Perón e Isabel de “las acciones clandestinas e ilegales perpetradas desde el Estado” como afirma muy suelto de cuerpo Larraquy? La respuesta es no. Primero, porque individuos enquistados en ciertas parcelas estatales que cometen delitos no representan “el Estado” y menos puede culparse al Presidente de esos actos. Segundo, porque hay que tener cuidado en la calificación de las respuestas represivas del Estado ante cualquier desafío a su monopolio de la violencia física. Una medida represiva dentro de la ley, nunca es un crimen ni un acto de terrorismo de Estado. Con ese criterio, cuando un policía se tirotea con un ladrón y lo mata sería un terrorista y no un defensor de la seguridad pública. Tercero, porque en aquel momento reinaba la confusión y la deslealtad. Cuarto, porque es tan complicado y complejo el aparato estatal en un contexto de virtual guerra civil que resulta imposible saber a pie juntilla lo que hacen sus integrantes militares y policiales, máxime con una Presidente en constante debilitamiento y agresión golpista.
11.- En conclusión, nos parece aberrante buscar argumentos para colocar al peronismo en la vereda del terrorismo de Estado. Cargarles a Perón y a Isabel el estropicio de la Triple A y de la represión ilegal, poniéndolos a la altura de los chacales de la dictadura, es lisa y llanamente una canallada oligárquica que sirve a la falsificación de la historia y responde a reiteradas ignominias contra el Movimiento Nacional y Popular, como el oro nazi, las cuentas suizas de Evita, el pacto militar-sindical, la creación de una iglesia nacional peronista, el origen de la subversión, la decadencia del país, etcétera. Canalladas de esta índole de ningún modo ayudan a saldar el pasado, recargan los espíritus academicistas e intoxican a las nuevas generaciones. Pero que nunca olviden los farsantes que “se puede engañar a poca gente por mucho tiempo y a mucha gente por poco tiempo, pero nadie puede engañar a mucha gente por mucho tiempo” (Abraham Lincoln).
NOTA DE P. DE H: Excelente nota del compañero Poggi que demuestra que las actuales autoridades del gobierno nacional no son peronistas, sino que profesan una ideología revanchista de los 70. Socialdemócratas, cultores del "imundo trapo rojo", ejecutan hoy lo que Perón les impidió en 1974 cuando los expulsó de Plaza de Mayo.
1 comentario:
vos la verdad que sos un hijo de la re mil puta, no se que mierda haces con la V de la victoria en tu fotito si acusas a perón de asesino y de haber dejado el pais en perfecto estado para videla
forro puto pelado
Publicar un comentario