lunes, abril 09, 2007

Al estimular la cultura del miedo, EE.UU. se volvió inseguro y paranoide

(Clarín, 8 de abril del 2007).

Por Zbigniew Brzezinski.


La "guerra contra el terrorismo" ha creado una cultura nacional del miedo en Estados Unidos. El uso de estas cuatro palabras como mantra nacional por parte de la administración de Bush, luego del 11 de setiembre, ha tenido un impacto nefasto en la democracia estadounidense, en la psiquis de los norteamericanos y en la posición de EE.UU. en el mundo.

El empleo de esta frase ha minado realmente nuestra capacidad para enfrentarnos a los desafíos concretos que nos plantean los fanáticos que tienen la posibilidad de utilizar el terrorismo contra nosotros.

El daño que han hecho estas palabras —la clásica herida autoinfligida— es infinitamente mayor de lo que podrían haber soñado jamás los autores de los ataques del 11-S. No define ni un contexto geográfico ni a nuestros supuestos rivales. El terrorismo no es un enemigo sino una técnica de guerra, que consiste en la intimidación política mediante la matanza de civiles desarmados.

El pequeño secreto es que la vaguedad de la frase fue deliberadamente calculada por sus patrocinadores. La referencia constante a la guerra contra el terror conseguía un objetivo superior: estimulaba la aparición de una cultura del miedo. El miedo nubla la razón, intensifica las emociones y facilita a los políticos demagogos la movilización de la gente en apoyo de las políticas que quieren poner en marcha. La guerra por la que se optó en Irak no podría haber conseguido el apoyo que tuvo en el Congreso de no haber sido por la vinculación psicológica entre el golpe del 11-S y la pretendida existencia de armas de destrucción masiva en ese país. El apoyo al presidente Bush en las elecciones de 2004 también se basó en la idea de que una nación en guerra no cambia de comandante en jefe en mitad de la corriente.

Para justificar la "guerra contra el terrorismo", la administración ha fabricado un relato histórico falso que podría llegar incluso a convertirse en una profecía de autocumplimiento. Al proclamar que esta guerra es similar a las pasadas luchas de EE.UU. contra el nazismo y el estalinismo (aunque ignore el hecho de que tanto la Alemania nazi como la Rusia soviética eran potencias militares de primer orden, un estatus que Al-Qaeda nunca tuvo ni puede llegar a tener), la Casa Blanca podría estar preparándose para una guerra con Irán. Esta guerra sumergiría a EE.UU. en un prolongado conflicto con Irak, Irán, Afganistán e incluso Pakistán.

Esta propagación del miedo, reforzada por las empresas de seguridad, los medios de comunicación y la industria del espectáculo, genera su propio impulso. Los empresarios del terror, llamados "expertos en terrorismo", están necesariamente comprometidos en justificar su existencia, por lo que su tarea es convencer al público de que se enfrenta a nuevas amenazas.

EE.UU. se ha vuelto inseguro y más paranoide. El gobierno ha fomentado esto desde todas sus instancias. Por ejemplo, en los paneles electrónicos de las autopistas que alientan a los automovilistas a "Informar de cualquier actividad sospechosa" (¿conductores con turbantes?). Algunos medios de comunicación han hecho su propia contribución al comprobar que los escenarios de horror atraen mayores audiencias llamando a los expertos en terrorismo certifican la autenticidad de las visiones apocalípticas con que se alimenta al público estadounidense.

La industria del espectáculo hace su aporte: hay series de TV y películas en que las que los personajes malvados tienen rasgos árabes bien identificables, destacados en algunas ocasiones por actitudes religiosas, que explotan la ansiedad del público y fomentan la islamofobia. Los estereotipos faciales árabes, sobre todo en las tiras cómicas recuerda tristemente a las campañas antisemitas de los nazis.

La discriminación social, por ejemplo hacia los viajeros musulmanes que llegan por vía aérea, ha sido también su consecuencia involuntaria. La animadversión hacia EE.UU. se ha intensificado, mientras que la reputación de nuestro país sufrió un formidable deterioro.

El balance es todavía más inquietante en el ámbito general de los derechos civiles. La cultura del miedo ha alimentado la intolerancia, la sospecha hacia los extranjeros y ha fomentado la adopción de procedimientos legales que minan las nociones fundamentales de justicia. El principio de "inocente hasta que se demuestre lo contrario" se ha diluido o desaparecido (algunos ciudadanos —incluso estadounidenses— fueron presos por largos períodos sin un rápido y efectivo acceso a un proceso judicial). No hay pruebas concluyentes de que semejantes excesos hayan prevenido importantes actos terroristas.

La similitud entre el trato brutal que los militares han dado a los civiles iraquíes y el que los israelíes han dado a los palestinos ha despertado en los musulmanes un generalizado sentimiento de hostilidad hacia EE.UU. Lo que llena de rabia a los musulmanes que ven las noticias de la televisión no es la "guerra contra el terrorismo" sino la matanza de civiles árabes. Y el resentimiento no se limita a los musulmanes. Una reciente encuesta de la BBC entre 28.000 personas de 27 países concluyó que Israel, Irán y EE.UU (en ese orden) eran vistos como los países con mayor "influencia negativa en el mundo". Al parecer, para algunos, ¡éste es el nuevo eje del mal!

El 11-S podrían haber dado lugar a una alianza global de moderados, incluidos los musulmanes, comprometida en una campaña para desmantelar las redes del terrorismo ¿Dónde está el líder estadounidense dispuesto a decir "acabemos con esta paranoia"?



NOTA DE P. DE H: Es interesante e importante estar atentos a las consideraciones e ideas de Brzezinski, ya que actualmente es un opositor a la estrategia propuesta por Kissinger, lo cual demuestra, una vez mas, las permanentes tensiones en el seno de la sinarquía.

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