viernes, octubre 20, 2006

(Clarin 20 de octubre del 2006)

La teoría conspirativa y lo que sabía el kirchnerismo desde antes del 17.
Pero no fue sorpresa: sectores oficialistas ya tenían datos acerca de la posible violencia.

Por Julio Blanck.


La teoría de la conspiración para explicar los graves disturbios del 17 de octubre en el pretendido homenaje a Juan Perón, nació en la Casa Rosada casi en simultáneo con los hechos de esa tarde bochornosa. Es un argumento tranquilizador para quiénes lo esgrimen: la culpa es de los otros, que planificaron todo con el único objetivo de causarles un daño.Los otros, en este caso, fueron encarnados en el duhaldismo, y más precisamente en Eduardo y Chiche Duhalde, que volvieron a quedar recortados como el enemigo deseado y elegido, en el discurso oficial de los voceros informales del kirchnerismo. Las teorías conspirativas, en casos como éstos, no pueden me dirse sólo por la posibilidad de ser comprobadas, lo que rara vez ocurre. Funcionan, en términos políticos, si la opinión pública cree que en verdad existieron, o que existe la posibilidad que sean verdaderas. En esto juega la credibilidad de quién usa el recurso. No es lo mismo que lo denuncie Hugo Moyano a que sea el presidente Néstor Kirchner quien use el argumento, como hizo, el día después de la violencia.La sospecha sobre el duhaldismo se basa, sobre todo, en que grupos del gremio de la construcción de La Plata, liderado por Juan "Pata" Medina, fueron los que entraron en batalla con los camioneros por el control del sector frente al palco. Ese sindicato platense jugó a favor de Chiche Duhalde en la campaña electoral del año pasado contra Cristina Kirchner. Y aunque Medina sabe de qué lado sopla el viento ahora, en el Gobierno sospechan que sus hombres estaban listos para abuchear al Presidente, como lo hicieron con Moyano.Con todo, podría ser apresurado cargar el peso de la supuesta conspiración en "Pata" Medina y los suyos. Son gente difícil de encasillar y mucho más difícil de controlar. Tanto que en la campaña pasada organizaron el lanzamiento de Chiche con un acto en el club Gimnasia y Esgrima de La Plata que casi termina en un escándalo, y eso que allí pateaban todos para el mismo lado. Los muchachos de Medina tuvieron alguna diferencia circunstancial con gente de Hugo Curto, intendente de Tres de Febrero y tradicional dirigente metalúrgico, y la resolvieron al estilo que las cámaras de televisión hicieron popular el pasado 17 de octubre. Ese día Medina, que quería estar en el escenario cerca de Chiche Duhalde, terminó pidiéndole a la vicegobernadora Graciela Giannetassio, que le cediera su lugar. Lo hizo de modo que la vicegobernadora no se pudo negar, según contaron a Clarín, aún asombradas, fuentes duhaldistas presentes en aquella ocasión.Al kirchnerismo, además, le resultó indigesta la muy buena recepción que le dieron a Duhalde en la CGT, desde donde partió la caravana con el ataúd de Perón. Y refuerzan su hipótesis conspirativa en esa mayor simpatía por el ex presidente que por el actual, que se evidencia en la tradicional jerarquía sindical.Pero a medida que baja la espuma de los acontecimientos y se desovillan algunos datos de ese día y los anteriores, se perfila con claridad que un sector importante del kirchnerismo bonaerense tuvo información o intuyó el rumbo que tomarían los hechos en la quinta de San Vicente. Y que por esa razón, entre otras, casi a último momento decidió no concurrir al acto. Ese sector es el Movimiento Evita, que comandan Emilio Persico, vicejefe de gabinete de Felipe Solá, y el titular de los diputados provinciales kirchneristas, Fernando Navarro. Tienen buena capacidad de movilización y están asentados en formaciones piqueteras. Habían previsto movilizar unas 7.000 personas a San Vicente. Pero en los días previos no consiguieron que la CGT ni las 62 Organizaciones los atendieran para acordar cómo se articularía la cohabitación en el terreno entre su columna y las fuerzas gremiales. Dos días antes del acto enviaron gente propia a inspeccionar la quinta y sus alrededores y a reunir información sobre cómo se preparaba la movilización y ubicación de la concurrencia. "Está todo armado para la CGT y las 62, no la vamos a pasar bien ni nosotros ni el Presidente", les dijeron los informantes a Persico y Navarro. Entre esos datos, y la resistencia en sus propias bases a asistir a un acto armado por los sectores antikirchneristas derrotados en la última elección, se tomó la decisión de concurrir sólo de modo simbólico.Si los grupos kirchneristas tenían información acerca de que podía haber violencia, hay una pregunta que espera respuesta, más allá de las teorías conspirativas: ¿por qué, desde el poder del Estado nacional o provincial, no se hizo lo necesario para evitar la batalla?

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